Deriva en cuenca del Río Mapocho reunió a estudiantes del Programa de Apoyo Integral en torno al caminar como práctica estética







En el sector oriente de la cuenca del Río Mapocho se restaura un ecosistema, el cual hace unos días recibió estudiantes de variadas disciplinas de la Universidad Alberto Hurtado (UAH) en una jornada de desarrollo guiada por el fotógrafo Sebastián Mejía, quien lleva tres años explorando esta ruta. Contemplar sensiblemente la naturaleza que se hace presente en la ciudad y andar sin destino fijo, fueron algunos de los objetivos de la actividad.
Aguas cristalinas, piedras de diferentes colores y texturas, flora y fauna, son parte de una ruta poco explorada en la cuenca del Río Mapocho. Un camino que el fotógrafo Sebastián Mejía ha recorrido varias veces durante tres años, observando a través de su lente y sus sentidos, un ecosistema que ofrece múltiples experiencias y perspectivas. Junto a estudiantes de la UAH que forman parte del Programa de Apoyo Integral (PAI) de Fundación Mar Adentro, realizamos una deriva para descubrir, sin destino fijo, aquello que la naturaleza brinda en este punto de Santiago desde una óptica sensible.
El periplo comenzó en la Rotonda Carol Urzúa al borde de una ciclovía del proyecto 42K, donde un letrero con la frase “Mapocho vivo”– organización que ha promovido esta ruta– recibe a quienes se adentran en la cuenca del río más emblemático de la capital. Cerca de diez estudiantes de diversas disciplinas, tales como historia, trabajo social, sociología, psicología y periodismo, fueron parte de la jornada de desarrollo.
La actividad fue preparada por el área de Aprendizajes de FMA, liderada por Amparo Irarrázaval, quien destacó la importancia de estas jornadas para contribuir a la formación integral de los estudiantes a través de reflexiones grupales y vivenciar experiencias más allá del ámbito académico, incentivando la discusión y el diálogo entre los/as estudiantes y el artista que medió la jornada.
La jornada buscó que los estudiantes del PAI compartieran en una instancia de cercanía, donde el concepto de “deriva” operó como una entrada para incentivar la creatividad y la exploración, por algunos momentos, solitaria, y otras veces, colectiva. Sebastián Mejía, relató que en sus caminatas se había encontrado con diversas especies, tales como conejos, cernícalos, semillas de amapola y tomate, lo que da cuenta de la nueva vida que está brotando en ese espacio. “En estos recorridos es importante fijarnos en qué vemos, oímos, tocamos y cómo caminamos. A veces encontramos lugares secretos o nos conectamos con nuestra búsqueda de libertad”, señaló.
Ejercicios y reflexiones desde la estética
Entre los ejercicios realizados como parte de la deriva figuraron la toma de fotografías de colores de los objetos de la ruta, exploración, registros auditivos y escritura sobre los sonidos y aromas. El concepto de deriva ha sido abordado por el investigador Horacio Fernández, quien manifiesta que:
«La deriva es recomendable. La ciudad es el espacio de la representación de los símbolos, la memoria y los sueños, el lugar de la creatividad y la libertad, del orden y de su transgresión, el sitio de la complejidad. Está compuesta por capas de vestigios, tensiones y placeres. En ella se establecen las relaciones personales y se aceptan -o se rechazan- las que impone el poder. Toda ciudad dispone de puertas que cualquiera, en compañía de otros mejor que solo, puede abrir cuando estén cerradas”.
A los estudiantes, además, se les sugirió la lectura «Walkscapes: El andar como práctica estética» de Franco Careri, quien plantea, entre otras temáticas, sobre los “espacios vacíos” de la ciudad, aquellos entornos caóticos que se escapan del diseño y planificación arquitectónica de las urbes:
“Existe una enorme cantidad de espacios vacíos que componen el telón de fondo sobre el que se planifica la ciudad. Se trata de unos espacios distintos de los espacios vacíos entendidos tradicionalmente como espacios públicos –las plazas, los viales, los jardines, los parques–, y conforman una porción enorme de territorio no construido que utiliza y vive de infinitos modos distintos y que, en algunos casos, resulta completamente impenetrable”.
La naturaleza como parte vital de la existencia
Tras finalizar la deriva, los estudiantes del PAI compartieron sus reflexiones e imágenes capturadas junto a representantes de FMA, instancia en que valoraron la experiencia vivida. Gabriela Labra, estudiante de sociología, manifestó que se había tratado de “un espacio para conectarnos entre nosotros como miembros del PAI y también con la naturaleza. Me hizo pensar en los diálogos entre comunidades humanas y no humanas, porque si bien la sociología está centrada en los humanos, no estamos solos”.
Maricarmen Pino, coordinadora del PAI desde la UAH, en tanto, señaló que se había tratado de una jornada enriquecedora, tanto a nivel personal como colectivo, donde “la invitación a ser apreciativos con nuestro entorno fue un regalo”. Además, valoró la jornada en cuanto a su potencial para estimular la capacidad de apreciar aquello que tenemos cerca y la reflexión crítica.
Edward Sultant, estudiante de trabajo social, por su parte, relató que en su día a día tiene pocas oportunidades de parar a apreciar el entorno natural de la ciudad, de manera que la experiencia le permitió “desconectar de la vida cotidiana y ver cómo somos parte del ecosistema, ver lo que nos ofrece la naturaleza como parte vital de nuestra existencia”. Asimismo, Sultant vinculó la actividad con su profesión en cuanto “este tipo de instancias promueven el bienestar, una cuestión fundamental para mi disciplina, ya que las personas deben vivir de forma lo más digna posible, es decir, todas las personas deberían tener espacios para reconectar consigo mismos y con la naturaleza”, reflexionó.
El PAI realiza alrededor de tres jornadas de desarrollo anuales cuyo principal objetivo es contribuir en la reflexión y diversificación de la experiencia universitaria. Estas jornadas implican realizar actividades que entregan herramientas multidisciplinarias para desarrollar capacidades que les permitan descubrir su entorno (natural, cultural y personal), y de este modo comprender e incidir en la forma de relacionarse con el mismo, detalló la encargada de Aprendizajes de FMA, Amparo Irarrázaval.
Sobre Sebastián Mejía: Su fotografía aborda el paisaje urbano de una manera personal, trabaja de manera análoga y se enfoca en vestigios de vida primitiva que pasa desapercibida en la metrópolis moderna. La práctica del caminar es una herramienta clave en su proceso creativo, por medio de la deriva, apoyada en la fotografía, genera cartografías aleatorias para recorrer la urbe.