Colaboración, decisiones y alta tecnología: el misterioso poder del micelio
Fundación Mar Adentro: ¿Nos podrías contar qué características de los hongos son similares a las de nosotros?
Gabriel Orrego: Son curiosos, móviles y genéticamente más cercanos a nosotros que a las plantas. Hasta hace un par de décadas eran considerados parte del reino plantae (reino vegetal). Los hongos no hacen fotosíntesis, son heterótrofos y en eso se parecen a nosotros. Toman decisiones, se organizan, son altamente sociales y se fortalecen cuando funcionan en comunidades o de manera colaborativa. Son buenos para asociarse con organismos de otros reinos y lo hacen íntimamente, por ejemplo, con las plantas. Son simbióticos y saben parasitar muy bien a insectos o a animales. Tenemos mucho que aprender de ellos, por ejemplo, en la micorriza o en la red de micelio del bosque la fortaleza está en el todo, en ser como un gran organismo, no en pensar individualmente, sino que importa la sanidad de todo el ecosistema.
¿Cómo son esas asociaciones?
La micorriza son estas asociaciones simbióticas hongo-planta, es algo muy antiguo que está en la naturaleza. Desde antes del primer árbol, de la primera flor y fruta ya habían plantas que estaban asociadas con hongos en su raíces. Es una simbiosis ancestral que está en toda la evolución de la vida. El hongo ha sido un genio evolutivo en hacer asociaciones muy inteligentes, en metabolitos, en químicos. El hongo puede transformarlo todo, puede destruir y crear. Tienen la capacidad de producir comunicación, señales y metabolitos, y se ha encontrado que estos tienen propiedades medicinales. El hongo es un laboratorio de alta tecnología que puede degradar todo a nivel atómico y después preparar lo que quiera, y no tenemos idea todavía de ese potencial que se encuentra básicamente en el bosque sano.
¿Qué factores o presiones afectan la salud de los hongos en el bosque?
Los hongos de un bosque son interdependientes de las plantas, bacterias, insectos y otros animales. Es decir, los hongos necesitan un ecosistema, sustratos, complejidad ecológica y vitalidad. Es difícil conservar un hongo, es un desafío. Por ejemplo, para cuidar un especialista de bosque, como el loyo (Boletus loyo) -que se encuentra clasificado en peligro de extinción (por el Ministerio del Medio Ambiente) – hay que tratar de mantener la integridad funcional y estructural del bosque. Si queremos hacer conservación de hongos en el bosque tenemos que mantener los troncos en el suelo y no extraer ni pisotear la hojarasca; preservar a los fotobiontes, a las plantas: árboles y el sotobosque, que mantiene esa capa pegada al suelo de frondosidad que hace que este no se deshidrate con los vientos. Si queremos proteger los hongos hay que proteger los bosques.
¿Cómo vamos generando más conciencia sobre los hongos?
Falta entender la importancia de tener un bosque sano para proteger los hongos. Por ejemplo, un bosque despejado o las parcelas no le sirven a los hongos. Tenemos que ir entregando conocimiento sobre la importancia de los bosques antiguos. Lo importante es que hay un entusiasmo global con los hongos, las personas se inspiran con su belleza, colores y texturas, de hecho muchos artistas “rayan”con los hongos. Cada vez hay más aficionados y existe un interés transversal. También para hacer educación ambiental con los niños, los hongos son un tesoro. Son misteriosos y como todavía no sabemos tanto sobre estos dan espacio para la creatividad. Hay algo abstracto en los hongos que atrae a los artistas y científicos. Pero es muy importante informarse. Hay como una fiebre por la cosecha y recolecta, pero se debe saber cómo hacerlo, con respeto y cuidado. Por otra parte, son claves las instancias como festivales, pues ayudan a explicar y conocer de forma sensible el mundo de los hongos.
Chile es el único y primer país del mundo que incluye la evaluación de los efectos adversos de proyectos o actividades sobre la funga en los Estudios de Impacto Ambiental: ¿qué consecuencias ha traído esta iniciativa y qué desafíos persisten en la conservación y preservación del Reino Fungi en el país, donde el Ministerio del Medio Ambiente ha clasificado a 34 especies de hongos clasificados como amenazados?
La Fundación Fungi, con Giuliana Furci a la cabeza, promovió que Chile sea el primer y único país en el mundo donde se consideran los hongos en los Estudios de Impacto Ambiental (EIA). Entonces, se considera la flora, fauna y funga que pueden ser afectados por un potencial proyecto. Eso fue increíble y hay varios países que lo quieren replicar. Es muy estratégico, porque van aumentando año a año los hongos en peligro de extinción, se sabe muy poco hasta ahora. Faltan micólogos motivados que propongan nuevas especies a clasificar en peligro de extinción -las que después son aprobadas por un grupo de expertos- (Comité de Clasificación) y que no sabemos todavía, porque hay muchos más de 34 hongos amenazados. Pero el hecho de que los hongos estén dentro de los EIA ha hecho que en Chile se desarrolle la carrera de micólogo, no solamente dentro de la academia y la investigación, sino que alguien puede entusiasmarse con la diversidad de hongos y tener un trabajo bien pagado dedicándose a líneas base de hongos, entonces están surgiendo micólogos muy buenos que están aprendiendo y levantando información en todo Chile. Así, los hongos empiezan a ser clasificados en categorías de amenaza y que pueda significar algo el hecho de encontrar un hongo específico, entonces este conocimiento empieza a restar incentivos para que ocurra un determinado proyecto potencial.
Tuviste la gran oportunidad de realizar una investigación con la profesora Suzanne Simard, ecóloga de bosques y autora del libro “En busca del árbol madre”, quien ha realizado experimentos para demostrar cómo los árboles son capaces de comunicarse entre sí. ¿Cómo llegaste a trabajar con ella?
El 2013 viajaba por Canadá y me encontré con un video en youtube de Suzanne Simard, donde ella planteaba que los árboles podían establecer asociaciones micorrízicas. Ella planteaba que estas conexiones mutualistas no eran uno a uno, planta- hongo, sino que este hongo podría seguir creciendo y conectar con otra planta o árbol, y así establecer puentes subterráneos o puentes de micelio. Entonces, surge la posibilidad de que las plantas están conectadas, y eso es fantástico, además aparecen evidencias empíricas de que hay transferencia de carbohidratos de planta a planta: Y ¿eso por qué ocurría, si se suponía que las plantas están compitiendo, crecen rápidamente en el bosque, porque quieren tomar más sol, hacer más fotosíntesis y crecer, buscando ser más fuertes cada una? Pero empiezan a aparecer evidencias que los carbohidratos de una planta pueden ser transferidos al suelo y traspasados por el micelio para aparecer en otra planta. Esto rompe muchos paradigmas de la ciencia y me pareció lo más interesante que había escuchado en ecología. Estaba en la misma ciudad de Suzanne Simard (Vancouver), fui a su oficina, le toqué la puerta, le dije que me encantaba lo que hacía y nos terminamos haciendo amigos con el tiempo. Empecé como oyente en sus clases y después hice mi maestría con ella.
¿Qué otras cosas te llamaron la atención de su trabajo y cómo se vinculó con tu investigación?
Lo que más me llamó la atención de Suzanne Simard fue que en su investigación hablaba del rol clave de los árboles madre, abrió el camino en la academia para que en los artículos científicos se hablara de los árboles madre en el bosque. Fue valiente, muy criticada al comienzo, pero hoy es muy reconocida.
Ya se sabía, previo a Suzanne Simard, que había un traspaso de carbono y de carbohidratos entre las plantas a través del micelio, pero ella fue la primera que lo demostró en el bosque y lo novedoso es que descubrió un tipo de patrón; que las plantas que estaban más sombrías, porque no estaban haciendo suficiente fotosíntesis, recibían más azúcares de las plantas compañeras que estaba a su lado.
Los árboles madre en el bosque son importantes para traspasar un legado y para facilitar que la regeneración sea fuerte, entonces, quise hacer mi tesis en eso. Fuimos al bosque antiguo a estudiar el hemlock, un árbol muy tolerante a la sombra, parecido al mañio en el bosque chileno. Es una especie climax, lo que significa que es la última especie que aparece como asociación ecológica de un bosque, pues cuando este avanza llegan las primeras especies, luego las especies tardías y después las especies que más toleran la sombra, las que van creciendo muy de a poco, formando el bosque antiguo. El hemlock siempre regenera sobre troncos en descomposición; sus semillas que germinan son las que están sobre esas maderas. De esta forma, mi pregunta de tesis fue: si estos hemlocks que están sobre esta plataforma leñosa y en profunda sombra se conectaban al suelo y a las raíces de sus madres.
¿En qué consistió tu investigación?
Lo que hicimos fue novedoso, porque investigamos en el bosque y no en un laboratorio. Inyectamos glucosa -marcada a nivel atómico para poder detectarla- a 8 árboles madre directamente. Les sacamos un pedazo de corteza, llegando al floema (1) del árbol, donde corre la savia del árbol. Esto, en otoño, porque la savia va más hacia las raíces y es el momento ideal para observar si es que alcanzan a tomar un poco de azúcar los árboles que están en regeneración. A 10 o 15 metros de los árboles madre tenía que haber un tronco en descomposición con muchas plantas pequeñas de hemlock sobre él para poder investigarlos. El estudio fue un éxito, el día 9 todas las plantas pequeñas habían recibido azúcares (carbono-13) de su árbol madre. Casi un metro al día se desplazaba el azúcar. O sea, el suelo se está moviendo constantemente, los nutrientes y el micelio están en todas partes, transportando nutrientes, mandando señales, alertas de patógenos, es decir, un nivel de dinamismo impresionante.
(1) El floema es tejido de las plantas vasculares constituido por los vasos que transportan carbohidratos y sustancias inorgánicas de una parte a otra de estos organismos (savia elaborada)