Antropología, ciencia y sociedad mapuche
La relación entre ciencia e historia, patrimonio, la sociedad mapuche y el capitalismo vinculado a la destrucción de los ecosistemas, son algunos temas que conversamos con Diego Milos, antropólogo, quien investigó y tradujo un manuscrito del naturalista Claudio Gay sobre su paso por Chile en el siglo XIX y que el 2018 fue publicado con el nombre Usos y costumbres de los araucanos.
Fundación Mar Adentro: ¿Cuáles han sido tus principales intereses desde la antropología y en qué se han centrado tus investigaciones en los últimos años?
Diego Milos: Los temas que me han interesado los últimos 15 años son la ciencia y la sociedad mapuche, estos pueden ser considerados temas lejanos uno de otro, pero en mi experiencia están unidos por la historia, particularmente por la historia del siglo XIX.
Mi primer trabajo de investigación fue sobre la sociedad mapuche en las décadas anteriores a la llamada Pacificación de la Araucanía. Revisando documentos para entender qué estaba pasando entre 1840 y 1860, me crucé con las descripciones de Claudio Gay, que estaba en Chile en ese momento y visitó a los mapuche, quien además se interesó por muchos otros fenómenos desde el punto de vista científico de esa época, como observar, clasificar plantas, animales y seres humanos según sus diferencias y similitudes. Así, comencé a interesarme ya no solo por los mapuche, sino también por el punto de vista de lo que describe – en el caso de Gay, como “historia natural”– lo que me llevó a preguntas más generales sobre las culturas científicas: cómo producen sus verdades y cómo logran o no transmitirlas a la sociedad. Un tema relevante en esta época de desajustes naturales, tal como vimos con el Covid que se tomaron las medidas más diversas y contradictorias (de la OMS para abajo), pero siempre sustentadas en algún conocimiento experto.
Editaste Usos y costumbres de los araucanos, un escrito realizado por el naturalista francés Claudio Gay en el siglo XIX, en el cual se encuentra una descripción detallada de las prácticas del pueblo mapuche. Casi podría decirse que es un trabajo antropológico de un autor que transita por diversas disciplinas; una apertura a abordar el conocimiento desde distintas perspectivas: ¿crees que la interdisciplinariedad es común en la antropología actualmente?
Así es, el dominio de Gay de las disciplinas de su época (botánica, zoología, mineralogía, química, paleontología, estadísticas, dibujo, etc.) es increíble si lo comparamos con los científicos actuales. Esto no se debe a una falta de capacidades, sino a una ultra-especialización de las disciplinas y subdisciplinas de las ciencias naturales desde 1870. Desde hace unos treinta años se ha hecho un esfuerzo por conformar equipos interdisciplinarios, lo que está muy bien, pero es diferente de la situación de Gay, que fue capaz de incorporar los conocimientos de las disciplinas para ponerlos en relación y para crear nuevos conocimientos. Me parece más interesante aprender saberes diversos que reunir a expertos amarrados a deber pronunciarse en nombre de sus disciplinas. La realidad no viene compartimentada en segmentos que uno pueda decir “tú te haces cargo de este, yo de ese…”
¿Cuál era la relación entre naturaleza y cultura para el pueblo mapuche descrita por Gay?
No sé, pero no sería una relación de separación. Si te fijas, la palabra “cultura” aparece solamente una vez en el libro, y para referirse al cultivo de las plantas, a la agri-cultura. La distinción entre naturaleza y cultura es una construcción de la antropología del siglo XX, consagrada por Lévi-Strauss, a quien le debemos mucho, pero criticada rigurosamente por algunos antropólogos contemporáneos. Philippe Descola y Eduardo Viveiros de Castro -separadamente y entre muchos otros- han planteado que la distinción entre naturaleza y cultura es una construcción occidental, y que las demás culturas tienen otras distinciones para separar el adentro del afuera, el nosotros del ellos, el humano del animal, la casa del bosque, el mundo de los vivos del mundo de los muertos, etc. La sección “Saberes y Creencias”, de Usos y costumbres de los araucanos, y particularmente el capítulo Religión, habla de eso.
¿Qué determina que una expresión cultural se transforme en patrimonio?
La conversión de un objeto cualquiera en un objeto patrimonial es una decisión humana, co-creada socialmente. Es un acto jurídico que tiene raíces muy antiguas, desde luego ligadas a la religión (objetos sagrados o fetiches), a la idea de patrimonio romano (la herencia material y simbólica ostentada públicamente) y desde la revolución francesa a la idea pública del patrimonio, es decir, lo que vale para la sociedad, y no ya para una iglesia, una familia o un coleccionista privado.
Hoy en día es como una sacralización laica, por decirlo rápidamente, y pasa por instancias creadas por el Estado para esos efectos, como el Consejo Nacional de Monumentos, las subdirecciones de museos y de archivos, y otras instituciones patrimoniales distribuidas a lo largo del territorio. Cualquier ciudadano o ciudadana puede proponer expresiones culturales consideradas importantes por una comunidad o para la sociedad en su conjunto.
¿Qué ha generado la patrimonialización de las prácticas culturales indígenas en nuestro país?
De las prácticas, solo sé que es complejo, desconozco lo ligado al patrimonio inmaterial. En lo material, existen desde hace tiempo categorías ligadas a la arqueología y más recientemente a la valorización de obras de artistas y artesanos indígenas. Hay un interés creciente por estos objetos, que por cierto son muy difíciles de clasificar.
En estos momentos en que los cambios sociales, ambientales y económicos son urgentes ante la crisis que vivimos, pareciera que necesitamos entender o conocer distintos modos de ordenamiento y de toma de decisiones; replantear las formas de liderar los pueblos o simplemente conocer otras maneras de generar tejido social. En este sentido: ¿qué paradigmas o aspectos crees que serían importantes rescatar del pueblo mapuche?
Es verdad que los modos de vida tradicionales, campesinos o indígenas, nos hacen ver cuán destructivo es el capitalismo para los ecosistemas y cuán alienante puede ser la vida en las ciudades. Pero creo que el problema es nuestro, tenemos una democracia que no tiene el poder de proteger a las comunidades y a sus territorios de los intereses económicos, y no deberíamos necesitar a los mapuche para verlo, ni esperar de ellos un paradigma o una puerta de salida. Además, ya llevan demasiado tiempo intentando resolver problemas que ellos no causaron. En todo caso, sí me parece esperanzador saber que muchas sociedades, como muestra Claudio Gay con los mapuche, han logrado vivir en la abundancia y el orden social por siglos, sin necesidad de tribunales, cárceles y policías, las tres instituciones que más daño han causado a la sociedad mapuche desde la ocupación chilena, y sobre todo desde 2001, con la Ley antiterrorista. Es lamentable que el momento de mayor necesidad de comprender la historia mapuche y de aprender de su cultura sea también el de mayor violencia estatal.
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Diego Milos. Antropólogo social de la Universidad de Chile y Máster 2 en sociología en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS) de París. En esos espacios de investigación universitarios, ha realizado estudios documentales sobre la sociedad mapuche y la ciencia europea en el siglo XIX. Últimamente ha trabajado en el Servicio Nacional del Patrimonio y publicado artículos en medios escritos de Chile y otros países sobre cultura y política. Editor y traductor del libro Usos y costumbres de los araucanos (Taurus, 2018), escrito por el naturalista francés Claudio Gay en el siglo XIX.
La ilustración inicial de esta entrevista fue realizada por Constanza Salazar.